El Sombrero del Maestro
Era el alumno más lento del grupo. Nunca entendía la lección y era necesario repetírsela cerca de veinte veces para que captara algo. Siempre tenía alguna duda, siempre tenía una pregunta que hacer y sus compañeros siempre se reían creyéndolo tonto. En ocasiones era desesperante y al maestro la daban ganas de ahorcarlo, pero tenía una paciencia casi infinita y, luego de respirar profundo, comenzaba de nuevo a exponer el tema, a dar nuevos ejemplos y explicaciones.
Un día, aquel niño lento y desmemoriado, esperó a que todos sus compañeros salieran para pedirle un favor:
- Si usted me regala su sombrero, ya no voy a hacerle tantas preguntas, se lo prometo.
El maestro, intrigado, le preguntó:
- ¿Y para qué lo quieres?
- Pues lo quiero para ponérmelo. Estoy seguro de que así voy a aprender mejor.
- Yo no creo que mi sombrero solucione las cosas, sería más importante que pusieras más atención y que leyeras bien tus libros. Además ya está muy viejo.
El niño salió cabizbajo del aula y el maestro se quedó pensativo.
Al día siguiente, nadie preguntaba nada al final de la lección. Todos decían haber entendido, pero cuando llegaron los exámenes, las calificaciones generales bajaron. Y al siguiente período bajaron aún más.
Aquel niño lento, desmemoriado y preguntón, jamás obtuvo diploma en aquella escuela, pero de aquel grupo fue el único que continúo estudiando en serio. Tenía razón su maestro, aquel viejo sombrero no solucionaba las cosas, pero si se lo hubiese regalado, verdaderamente habría aprendido mucho mejor.
Leonel Puente.
27 de Agosto del 2008