1 de Diciembre, 2008La Dialéctica del Colmillo
Por Leonel Puente Colin - 1 de Diciembre, 2008, 15:02, Categoría: Sofías y Sofíos
"Espera veneno del agua estancada" William Blake
Pegarle al perro hubiese sido una acción absurda e infame, además, quizá este animal cometió un acto sumamente sabio pues, ¿a él qué le pueden importar los discursos abigarrados de intelectuales cuyos nombres ni conoce y que yo apenas entiendo? Era su hora de salir a pasear y eso, en su canino universo, verdaderamente resultaba interesante. Intentaré entonces redactar de nuevo lo que ya había escrito. Trataré de recordar el texto, pero es probable que lo mejor haya quedado entre las fauces de mi cuadrúpedo amigo... "Cada cabeza es un mundo", así versa un refrán popular, sin embargo, nada más contamos con un planeta para todos esos millones y millones de mundos. Para coordinar tantos universos distintos se necesita mucho más que un idealismo ecuménico. Cuando un individuo nace, se encuentra con una sociedad construida por otros individuos. Si le toca nacer en E.U., posiblemente ya lo espera una carreola en forma de tanque de guerra en la lujosa residencia de sus padres; si nace en algún país de Africa, es muy incierto si tendrá cuna, si tendrá pañales, si su madre sobrevivirá al parto o si él mismo llegara a la edad adulta. Desde el primer momento, los seres humanos adquieren un bagaje cultural y una predisposición hacia cierto tipo de socialización. Al crecer, el individuo adquiere los elementos necesarios para interactuar con su medio ambiente específico, aprende normas particulares de conducta y las cumple para poder insertarse dentro de los parámetros de convivencia de sus semejantes. Si vive en el Occidente del planeta, probablemente será católico o ateo; si vive en el Oriente, quizá sea musulmán o budista. Es evidente que el mundo es sumamente complicado y que cada día que pasa se agudiza la situación, por eso es necesario que existan especialistas en "legalizar" la realidad. En tiempos remotos (antes de que existieran grandes imperios) las normas tenían significados más concretos porque la división del trabajo y la distribución del conocimiento estaban más ligadas a la vida cotidiana. Al crecer las urbes, los sectores sociales se fueron diversificando y la existencia de un superavit de producción dio lugar al surgimiento de una sub-especie de individuos que, en vez de vivir una vida común, se entregaban a la tarea de interpretarla. Mito, religión y ciencia fueron creados paulatinamente por estos seres para explicarles a sus congéneres el por qué debían trabajar más de la cuenta mientras que ellos se la pasaban contemplando las estrellas. Sin embargo, hay que reconocer que algunos de ellos no son simples parásitos, como el barbudo Karl Marx, pues además de mirar las estrellas, también se interesaba por sus explotados camaradas y se dio cuenta de la manera absurda en que se enajenan tanto las cosas como las personas... "demasiadas cosas útiles, convierten a los hombres en inútiles". La realidad es muy vulnerable y fugitiva. En un instante puede cambiar completamente la vida de cualquier individuo. "Siempre existe la presencia obsesionante de las metamorfosis, las que realmente se recuerdan y las que solo existen como siniestras posibilidades" – así nos lo dicen los señores Berger y Luckmann. Por eso es necesario crear sistemas explicativos que contengan suficiente simetría entre los elementos objetivos y los subjetivos y que, además, sirvan como herramientas que les permitan a las personas identificarse con su entorno. El mito, la religión y la ciencia, cada uno en su tiempo, fueron sistemas revolucionarios. Pero con el paso de los siglos, la realidad de la vida cotidiana los fue rebasando a todos porque la especie humana no avanza al unísono ni uniformemente. Siempre hay algo más detrás de los decorados superficiales de existencia. Un brujo, un sacerdote o un científico pueden analizar una piedra desde perspectivas e intereses muy distintos, pero esa piedra existió mucho antes que ellos y seguirá existiendo mucho después de que mueran. La finitud de la existencia humana debería ser un aliciente para la solidaridad, pero más que nada funciona como un acicate para apurar la implantación forzosa de algún tipo particular de realidad y quien no se adapte a las circunstancias es degradado, estigmatizado o aniquilado. |
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