9 de Febrero, 2009Cuerdas Nuevas
Por Leonel Puente Colin - 9 de Febrero, 2009, 19:13, Categoría: El Camino del Retorno
Ayer me faltó anotar lo siguiente:
Miguel Ángel se llama el dependiente. Sabe de música. También asistió a la Escuela Nacional de Música (y se tuvo que salir, no sé la razón). Conoce el antiguo edificio de Mascarones, pero nunca fue a clases allí porque es más joven que yo. A él ya le tocó en las instalaciones de Coyoacán, calle Xicoténcatl, cerca del metro General Anaya. Yo fui ahí dos años. Dos en Mascarones. Dos en Coyoacán. Luego vino el quebrantamiento de la disciplina por mí mismo. ¿O sería mejor decir: por "otro yo" más cuerdo y valiente que yo mismo; que se enfrentó a su padre, a pesar del miedo que le tenía, y, sin embargo, con fría resolución, no importando el riesgo de que lo molieran a golpes (cosa que afortunadamente no sucedió en aquella ocasión)?. """""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" La lógica impecable de aquel niño de 11 años fue ésta: PRIMARIA (Educación Formal) + MÚSICA (Educación Artística) + BÉISBOL (Educación Deportiva) = DEMASIADA PRESIÓN.SOLUCIÓN: Algo debe ser anulado. La Primaria, obviamente que no. Queda la Música y el Béisbol. ¿Un volado? NO... NO ES CUESTIÓN DE SUERTE, ES DE VOLUNTAD. ¿Qué entonces? LA MÚSICA. ¿Por qué? Ahí está la clave de todo, incluidas las posteriores y álgidas sesiones con el psicoanalista: Según aquél niño, más tarde sería capaz de escribir una sinfonía completa si no olvidaba las notas y toda la información. El Béisbol no puede ser aprendido teóricamente. Ese hay que jugarlo. La Música también debe ser tocada, pero en el béisbol no hay tanta presión.
"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" Miguel Ángel se llama el dependiente de la tienda de música, ¿ya lo dije?. Platicamos un rato mientras le cambiaba las cuerdas a la guitarra. También la afinó con la ayuda de un órgano. Me vino un recuerdo: la maestra Adriana. Solfeo. Clases de solfeo: de espaldas a un piano, uno tenía que ir diciéndole las notas, después de identificarlas de oído, mientras ella las tocaba. Maestra Adriana, ¿cómo se apellidaba?... No sé, pero vivía en las Lomas y, dentro de su casa, tenía un bonito y amplio salón, exclusivo para música. A veces nos llevaba y yo me quedaba sorprendido porque la casa de su perro era más grande que mi recámara. Buena gente la maestra Adriana, me caía bien, hasta le tenía cierto cariño. De piel blanca. ¿Cabello güero o negro? Miguel Ángel afinó la guitarra antes de que le dijera que no lo hiciera, pero agradecí su buena intención. Debo aprender todo de nuevo: poner las cuerdas, afinar, leer y escribir en papel pautado, escuchar con atención (lo más difícil)... y no existe garantía alguna de que algún día pueda siquiera tocar o cantar pasablemente. Una prueba más de que la Realidad supera en mucho y muchas veces a la Fantasía: uno desea cambiar el Universo entero y no es capaz de tender la cama de donde se acaba de levantar; uno es capaz de imaginar miles de proyecto y no lava ni el plato donde acaba de comer. A cambio de su buen gesto (en otras casa de música te cobran por cambiar las cuerdas o de plano no lo hacen), al camarada M. A. Le di, para que se entretenga, "El Péndulo de Foucault" de Umberto Eco. Le di mi ejemplar, al que le faltan 13 hojas (de la 510 a la 513). El ejemplar, del mismo título, que me prestó el Perro del Mal, está en casa. Ya leí las trece hojas que no tiene el mío (por cierto muy interesantes). Nos despedimos cordialmente. Casi seguro, nos volveremos a ver. Un esclavo de sus propios vicios. Martes 8 de Octubre del 2007.
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Etiquetas: LITERATURA, cuento, relato, camino, retorno, Chobojos, proyecto cultural chobojos |
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