5 de Septiembre, 2009

Llèvate mi alma

Por Ixe Citlali Rojas Serrano - 5 de Septiembre, 2009, 14:05, Categoría: Prosa Poética

Llévate mi alma,

Y si existe el cielo

Devuélvemela con un beso,

Quiero que te acompañe

En este largo trayecto

 

Llévate mi alma,

Y si existe la reencarnación

Nunca estarás solo

Porque  ella siempre estará con vos

 

Llévate mi alma,

Hasta el más mínimo detalle,

Absorbe cada milímetro de ella,

Tómala, revívela, has lo que quieras

Pero llévatela, solo llévatela...

 

Es una buena compañera

Estará contigo toda la eternidad,

Mientras tú la quieras a tu lado,

Hasta que necesites compañía,

Si te vas, sòlo si te vas

Por favor no te vayas solo,

Llévate mi alma...

 

Llévate mi alma,

Para que te acompañe,

Para amarte

Durante todos los tiempos...

Por todo ello

Llèvate mi alma




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Entre la penumbra gris de todas las mañanas

Por Guillermo Gòmez Icazbalceta - 5 de Septiembre, 2009, 13:13, Categoría: Paquete Cuento

Veo que miles de autos frenan su avance cada dos segundos; veo a la gente agitarse para abordar los micros; percibo en el aire el olor a tamales y agua encharcada. Miro a la gente bajar de prisa las escaleras, la imagino amontonarse a las puertas del metro.
Aburrido de esperarte, se me ocurre pensar que, entre toda esta histeria, casi todas las personas que veo pasar han hecho varias comidas en los últimos días, esa es la única explicación para verles correr y arrancarse la piel cada mañana, para llegar a tiempo a algún lugar, las veo saludarse con ademanes mecánicos o con sonrisas fingidas, las oigo contarse los últimos instantes de su vida. Nadie sabe si una emoción dolorosa o placentera se esconde bajo los ojos cubiertos de unas gafas piratas y jeans de mala imitación: un aumento de sueldo, un despido, una muerte repentina... Aunque todos se mezclan sin revolverse entre la multitud, se huelen y se sienten, pero no se tienen, sólo se dejan llevar indiferentes, hasta su destino incierto.
Estaba metido en estas cavilaciones mientras esperaba que, como cada mañana, llegaras a las escaleras del metro, me sorprendieras con un beso sutil en la mejilla y luego me ofrecieras tu boca para calmarme un poco antes emprender la marcha. Pero eran las nueve y siete, sabía que atentabas contra los mandatos de tu neurosis:"ni un minuto después", decías, pero el azar es lo que mejor conocemos en esta ciudad, así sea un choque o una marcha de campesinos, pero cuando pensaba estas palabras mi reloj marcaba las nueve y treinta.
El sol había levantado sus rayos calentando el asfalto mientras me entretenía viendo en las primeras planas de los periódicos cuerpos decapitados y sangre seca en el piso, amores apasionados de artistas de televisión y fracasos de la economía. Las nueve cincuenta. ¿Quién te crees que eres? Regreso a las escaleras, voy y vengo entre los puestos de comida; entiendo que existen los imprevistos, que los micros se retrasan, que tantas cosas así suceden, pero tú no eres así, aunque últimamente debo agitar mi cabeza en busca de ideas que me ayuden a verte.
Voy a fumar aunque no sea el mediodía, aunque eso no evite que siga pensando que últimamente no te he visto como antes, cada vez es menos natural, es tu trabajo y el mío, lo sé, y es que cada día hay mas gente en esta ciudad; creo que no estoy pensando bien, tal vez me dejo llevar por la ira acumulada de estos años, entiendes eso porque veo que sonríes en mi mente, pero el estallido de un claxon que me deja sordo un instante te saca de mi cabeza, miro las escaleras, decido que debo irme pero mis pies no se mueven, te doy como límite lo que dure este cigarro que me ha secado la boca. ¿Por qué no me dices las cosas de frente? Tal vez un hoyo se ha abierto entre nosotros y no somos capaces de notarlo; yo quiero que estemos bien. ¿Por qué hoy? Es nuestro día libre ¿Dónde estás? Ya no quiero mirar el reloj, ya no quiero fumar, necesito aire para pensar, aunque es como un ideal poder respirar aire en esta ciudad, y de sarcasmo en sarcasmo me doy cuenta que no tengo ni un peso para irme, y antes de golpear la pared sé que conseguir un boleto del metro es cosa fácil; después, en lugar del microbús podría caminar…


El ulular de varias patrullas y una ambulancia recorre la avenida a toda velocidad, quiero irme pero no lo hago así que corro a la banqueta y veo que se han detenido a dos cuadras adelante, sobre tu camino habitual, pero tú ya tienes un retraso de más de una hora y entonces recuerdo que no vivimos en disneylandia, pero sería tanta la coincidencia si… ¡ves lo que ocasionas por no llegar a tiempo!
El domingo es tu cumpleaños, ahora lo recuerdo, debo pedirle el auto a mi tío, porque esta vez si nos lanzamos a la playa; apenas alcanzo a percibir que es una mujer joven, tal vez un loco manejando en sentido contrario, los paramédicos no se mueven, quizás llegaron muy tarde; a esta hora ya estaríamos terminando de almorzar, pero por alguna razón el hambre se me ha ido, en realidad siento una pequeña presión en el abdomen, justo aquí; estoy tranquilo porque finalmente entre tantos millones que habitan esta ciudad sería una maldita coincidencia, aunque por un instante pienso como sería mi vida si desaparecieras, repentinamente, como la mujer que está tirada en el asfalto; respiro hondo, aprieto los puños… ya son las diez treinta, ¡claro que tendré el valor de acercarme a la sangrienta escena!
Camino entre los puestos y de un puesto de perfumes de contrabando me llega el olor a tu perfume, no había reparado en lo increíble que huele, al olerlo te veo con esa falda roja, que tan bien sabes usar, pero debo subir las escaleras, cruzar al otro lado; de pronto, apenas doy un paso, desaparece el ulular de las sirenas cuando tu mano toma la mía, nuestras miradas se encuentran y me sonríes y tratas de darme explicaciones, pero no te dejo pronunciar una sola palabra, cierro los ojos y te beso para sentir por primera vez como es besarte apasionadamente cuando llegas tarde y ante tu mirada de desconcierto te abrazo y te susurro al oído que muero de hambre
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