El círculo azul

Cuando la gente habla de emoción y cognición, o, en un vocabulario más tradicional, de pasión y de razón, suelen referirse a dos facultades distintas. La una es fría, tranquila y sosegada, avanza lentamente hacia sus conclusiones por medio de reglas lógicas explícitas. La otra, ardiente y vivaz, salta a las conclusiones consultando solamente los sentimientos viscerales.

Las emociones son imprescindibles e invaluables, sin ellas la vida no sólo sería afectivamente gris y plana, sino que, además, no seríamos capaces de responder adecuadamente ante situaciones de emergencia ni realizar con efectividad multitud de actividades necesarias para una vida adaptativa; especialmente se nos dificultarían todas las relaciones que conllevan decisiones de tipo personal, social o ético. Paradójicamente, una vida sin emociones sería causa de importantes comportamientos irracionales. Imaginemos, por ejemplo, que intentamos planificar las actividades que queremos realizar el próximo fin de semana; sin duda, de forma inmediata descartamos una gran cantidad de cosas que "no queremos hacer" y nos centramos en elegir algunas de las que si nos agradan. Independientemente de cuáles podamos realizar o no, la toma de decisión sobre nuestras preferencias es una tarea relativamente sencilla y rápida; pero sin emociones, es decir, sin que nuestros recuerdos estuvieran cargados afectivamente, esta elección de actividades para el fin de semana se convertiría en una tarea prácticamente irresoluble, ya que tendríamos que analizar todas las actividades posibles y no posibles y, al no contar con un criterio emocional que nos redujera drásticamente las alternativas, lo más probable es que se nos pasaría el fin de semana antes de que terminásemos de analizar todas las opciones.

Así pues, las emociones, además de ayudarnos a organizar nuestro comportamiento para dar una respuesta puntual a una situación dada y de guiarnos en el quehacer diario de nuestra vida, también son nuestras consejeras para realizar actividades más racionales. Según parece, las emociones pueden exhibir una especie de supranacionalidad que salva la razón pura de si misma. Más no siempre ocurre esto, pues si así fuera, jamás habría tomado cuerpo la concepción negativa de la emoción y menos aún habría alcanzado tan mala fama en los escritos de muchos pensadores occidentales. En ocasiones, sus efectos sobre nuestro razonamiento son a todas luces perniciosos.

Las emociones humanas son positivas aunque a veces afecten de manera muy negativa nuestros razonamientos. A decir verdad, un ser que careciera de emociones, no sólo sería menos inteligente, sería también menos racional y menos humano.

* Este es un resumen del ensayo Las emociones: una visión integral. si deseas el documento completo, solicitalo y te será enviado.