14 de Julio, 2010Esta noche que vomita cloacas
Por Sergio Rivas Solórzano - 14 de Julio, 2010, 18:11, Categoría: SOTS´
Esta noche que vomita cloacas enardecida aún más por mí resfrío interminable, sin un ruin lamento de luz, me subyuga entre mis extintos. Mientras el insomnio me alberga entre las utopías de los que quisieran ya no despertar. Esta noche sin voluptuosidad, siendo yo un carnicero yermo por su barriga vacante. Errabundo. ¡Hoy!, ¡no desafiaré a Dios! ¡Que se vaya al antro conmigo! a ver si entre ambos nos damos un trozo de fulgor, el asexuado y yo suprimiéndonos. Aciaga oscuridad que me reclamas en tus tuberías, ¡no verás una vez más mi riña por subsistir¡, esperando a que el primor me lleve en su convertible a pasear por el inframundo, sin tener el decoro del que ostenta su destino. Esta noche tengo el valor de escupirle la cara al presidente, y de orinarme en el ardor de los amantes, inanimados de indolencia, mientras solo, vivo y trastorno el uni (co) verso. Esta ya no es noche la alborada gira como de costumbre. Mejor regreso al sarcófago noctívago enrollado de negrura que me exprime el virus que arrojaría, pero que no substituye mi infalible intención, de procrear la nada. * Este texto forma parte del libro Sicalípticos (Fridaura, 2009) y ha sido amablemente autorizado para ser publicado en este blog por el autor mismo. Sergio Rivas Solórzano es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM y profesor de literatura en la ENP (Escuela Nacional Preparatoria). Publicó en 2004 su primer poemario llamado: De perversiones. Además de poesía escribe narraciones como consta en las antologías de cuentos: De ficciones y divagaciones de 2005 y Aquí no hay invierno de 2006, publicadas por la Secretaría de Cultura del D.F. También ha escrito entrevistas y ensayos para publicaciones diversas como: www.codigossuburbanos.com.mx, revistas Mixcoac, Casa del Tiempo y el diario La Jornada, entre otras.
Nos dice Sergio: "Como escriba mi lengua materna es el escenario donde sufro, disfruto, sueño y me extingo, pero también donde me renuevo en otro universo cual fuego primigenio de entre la inverosímil lobreguez" "Nave que traslada el infinito es la poesía, luminiscencia, destello de vocablos ataviados de conciencia que relucen entre los labios de una chica bonita y el calor de los amigos". En espera de sus nuevas aportaciones, leamos detenidamente estos sicalípticos versos salidos recientemente de su pluma irreverente. Nos dice Sergio: "Como escriba mi lengua materna es el escenario donde sufro, disfruto, sueño y me extingo, pero también donde me renuevo en otro universo cual fuego primigenio de entre la inverosímil lobreguez" "Nave que traslada el infinito es la poesía, luminiscencia, destello de vocablos ataviados de conciencia que relucen entre los labios de una chica bonita y el calor de los amigos". En espera de sus nuevas aportaciones, leamos detenidamente estos sicalípticos versos salidos recientemente de su pluma irreverente. Nos dice Sergio: "Como escriba mi lengua materna es el escenario donde sufro, disfruto, sueño y me extingo, pero también donde me renuevo en otro universo cual fuego primigenio de entre la inverosímil lobreguez" "Nave que traslada el infinito es la poesía, luminiscencia, destello de vocablos ataviados de conciencia que relucen entre los labios de una chica bonita y el calor de los amigos". En espera de sus nuevas aportaciones, leamos detenidamente estos sicalípticos versos salidos recientemente de su pluma irreverente.
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Por EZRA AILEC - 14 de Julio, 2010, 14:38, Categoría: Debrayarte
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Por Jesús Leonel Puente Colin - 14 de Julio, 2010, 13:55, Categoría: El Camino del Retorno
Elí, Elí, ¿lama sabactni? Mateo 27:46 En toda la sem ¿Qué hacer durante horas y horas sin poder conciliar el sueño? Las primeras noches se puede leer, escuchar música, navegar introspectivamente o volar con la imaginación; puede uno escuchar el retumbe del corazón o concentrar la mirada en la luz de la Luna, pero después de casi una semana en tal estado el organismo ya no quieren responder: todo el sistema nervioso central se encuentra al borde del colapso y, en ocasiones, el malestar físico se entremezcla con el terror metafísico de poder perder la razón en cualquier momento. ¿Qué hacer? ¿Embrutecerse con alcohol hasta caer vencido por el efecto de la saturación en la sangre producida por tantos gliceraldehídos? ¿Rezar acaso? ¿A cuál Dios de los tantos que existen? ¿Llorar? ¿Cómo derramar lágrimas si la educación básica fue recibida en un sistema militarizado en donde llorar es declararse vencido? En el transcurso de la séptima noche bajo este tenor, a eso de la 1:00 A.M., me concentré en la observación de un dibujo: una espiral verde trazada sobre una cartulina blanca. Buscando un poco de calma, "me clave en su textura", como dicen los aguerridos camaradas de Filosofía con los que juego ajedrez los lunes en C.U. El diseño del dibujo es simple, pero su significado es profundo. Además, el color verde me gusta porque está ligado a la salud y muchos pueblos ancestrales lo relacionan con la naturaleza, la vida y la esperanza. Así pues, concentrado en aquella imagen, clavado en su textura pasé cerca de una hora mientras escuchaba el irregular latido de mi corazón y mi respiración entrecortada. Hacía tiempo que no tomaba la pluma literalmente. Antes escribía todo primero a mano y luego lo transcribía a la máquina de escribir (ahora a la computadora), pero sucumbí ante los recursos de la posmodernidad y el papel y la tinta lo dejé sólo para las ocasiones muy especiales. También llegué a tener una de esas elegantes plumas chapadas en oro y con un casquillo blanco, regalo que me hiciera mi primera esposa en uno de mis cumpleaños. Ella se la llevó cuando nos divorciamos, supongo porque sabía lo mucho que para mí significaba. Redacté varias líneas con una pluma común y, cuando se terminó la hoja, recordé que, en alguna parte de mi closet había guardado un paquete de papel de alta calidad. Sólo quedaban siete hojas que aún conservaban su blancura, aunque no inmaculada. Hurgando más en aquel compartimiento, de pronto me salió al paso un paquete tamaño esquela sellado con cinta de aislar. Me entró duda y curiosidad por su contenido y el hecho de que la hubiese clausurado de aquella manera. Había varios programas de mano relativos a conciertos, obras de teatro o de funciones de cine; recordé escenas o pasajes de la mayoría y experimenté gratos momentos, pero, entonces, casi al final del recuento, hallé uno de color naranja (¿o marrón?) con un solitario atril en la portada. Nomás de verlo me alteró todo el organismo. "OFUNAM. Orquesta Filarmónica de la UNAM. I Temporada 1979. La Pasión según San Mateo de Juan Sebastián Bach (Versión en español)..." En Marzo del 2007 la montaron y tenía toda la intención de asistir, pero me enteré muy tarde y todos los boletos ya estaban vendidos pues era presentación única. Me dio coraje y, no obstante, dejé pasar el asunto tratando de convencerme de que es mejor no remover el pasado. Al día siguiente de la función fui a recorrer el Centro Cultural Universitario y me acerqué a la Sala Nezahualcoyotl. Me senté frente a ella un rato y luego anduve vagando por ahí, entonces encontré pegado en la pared uno de los carteles publicitarios de la tan mentada obra y, sin pensarlo siquiera, lo despegué, lo enrollé y salí corriendo. Casi de inmediato lo mandé a enmarcar y cubrir de poliéster para que no se deteriorara... "Héctor Quintanar, Director titular. Director huésped: Enrique Ribo. Junio 29, Julio 1...Pontífice I: Antonio Armenta...Arias de soprano: Guadalupe Campos...Coro de la UNAM...Coros de niños de la Escuela Nacional de Música...". Coros de niños de la ENM [uno de ellos yo] ¿Qué fue lo que cantamos, como era el texto, cuál era la letra de nuestra intervención? No lo recuerdo en absoluto. Recuerdo, eso si, que momentos antes de comenzar uno de los conciertos, mientras vocalizábamos el maestro Armenta nos dividió en dos grupos. Alguien estaba desafinando y era en la mitad en donde estaba yo. ¿Seré el desafinado?-me pregunté con suma angustia. No, no era yo, era un niño a la izquierda de mí que posiblemente venía resfriado pero no quería perderse la participación. ¿Qué fue lo que cantamos, como era el texto, cuál era la letra de nuestra intervención? No lo recuerdo en absoluto. Recuerdo, eso si, que momentos antes de comenzar uno de los conciertos, mientras vocalizábamos el maestro Armenta nos dividió en dos grupos. Alguien estaba desafinando y era en la mitad en donde estaba yo. ¿Seré el desafinado?-me pregunté con suma angustia. No, no era yo, era un niño a la izquierda de mí que posiblemente venía resfriado pero no quería perderse la participación.¿Y si hubiera sido yo el desafinado? ¿Cómo mirar a mis padres que tan ilusionados iban a escucharme? Pocas veces en la vida he experimentado una desesperación tal, ¿o será que, más bien, desde aquella primera sensación extrema, la angustia ya no le permitió sonreir a mi corazón? Cuento si sentido, nudo gordiano sin solución es el hecho de querer dilucidar qué hubiese sido de la existencia si otras circunstancias se hubiesen concatenado. El caso es que aquello ya pasó y, ahora, a mis cuarenta años, con dos divorcios, dos operaciones, el cuerpo muy castigado y con un extenso lodazal en el cerebro que aletarga mis neuronas, no me puedo seguir dando el lujo de seguir fracasando a placer. De alguna manera tengo que inyectarle adrenalina a mis venas: aparte de un proyecto de vida, necesito una verdadera y sublime pasión. ¡Debe quedar al menos un gramo de voluntad, voluntad de vida y no de muerte en mi interior! L´amour est un oiseau rebelle |
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