Resueltos caen los sedosos amantes de tus hombros, quienes con su tacto acariciante seducen, embelesan a tus tersas estepas amieladas.
Desafiantes caen tus doradas mieses espigadas, coloreadas, bruñidas por el sol y alimentadas por el perfume emanado del breve valle de tu nuca.
Discretos caen tus topacios filiformes: dibujantes de una lluvia suspendida, lacia y ambarina, artistas del alegòrico recuerdo de un crepùsculo veraniego.