2 de Septiembre, 2010

Prólogo de EYA

Por Leonel Puente - 2 de Septiembre, 2010, 23:57, Categoría: Miscelánea.



Existen ciertas obsesiones que retornan una y otra vez. Por más que se intente desligarse de ellas, continúan existiendo y consumiendo nuestro tiempo, nuestro espacio y nuestra vida misma. En lugar de debilitarse con nuestros esfuerzos para liberarnos, pareciera ser que se alimentan de nuestras energías y contaminan todas nuestras nuevas experiencias. Se convierten en mounstros que nos atormentan, que nos enferman y que no se detendrían hasta destruirnos si no hiciéramos algo para combatirlos.
En determinado momento, dan ganas de rendirse, de dejarse envolver por ese círculo vicioso y sin salida. Sin embargo un día, de pronto, no por suerte, sino por medio de un esfuerzo más genuino o vigoroso del habitual, por fin se encuentra un atisbo de solución.
Existen quienes deciden cambiar y cambian de verdad, pero son muy pocos lo que logran tal cosa, pues, la voluntad, es una moneda que no se acuña espontáneamente. También están quienes continúan casi igual, pero ya son conscientes de que hay otra opción de existencia y, aunque no la pongan en práctica, no pueden seguirse engañando impunemente. Finalmente hay otros, que, por medio de una actividad creativa, le dan forma concreta a esas obsesiones y después se enfrentan a ellas cuando han terminado su obra. Uno de los poetas malditos, Arthur Rimbaud, decía que nadie escribe, pinta, esculpe o crea nada, a no ser para salir de su propio infierno. Así pues, a mediados de septiembre del 2003, dediqué una semana completa para redactar el manuscrito original de ésta historia. Hubo días en que apenas dormí y comí cualquier cosa; rompí muchas hojas y conservé algunas más con un sinfín de anotaciones y variaciones de un mismo pasaje. El quinto día dormí cerca de 15 horas, ya exhausto, y al sexto me levanté para comenzar a pasar en limpio todo el material. En dos días transcribí las hojas que tenían los párrafos más coherentes y puse punto final.
No me resultó fácil tener que revisar de nuevo el texto, de hecho estuve a punto de desfigurarlo por completo, como es mi costumbre, pues a menudo no me ciño a corregir la ortografía y la redacción de un trabajo terminado, sino que quiero perfeccionarlo, sin lograrlo la mayoría de las veces. 
Ahí comenzó otra etapa, tal vez la más difícil. ¿Qué debía hacer con tal escrito? Ya había cumplido, de alguna manera, su "función terapéutica"; la "catarsis liberadora" ya había tenido lugar; bien podía guardar esas hojas en un folder, archivarlas y olvidarlas. Pero no. Recordé entonces una palabras del genial Somerset Maugham: no basta escribir un libro, para liberarse completamente, también es necesario publicarlo.
Habrá quien escriba para sí mismo y es válido, pero, conociéndome, a mí no me basta con eso: necesito comunicar lo que traigo dentro. Quizá haya mucho de vanidad en ello, pero hay algo más: me gustaría saber que alguien se siente identificado con mis palabras o que comprende lo que digo. Si algo así ocurre, mi esfuerzo no habrá sido estéril y mi liberación será más real.

Leonel Puente
Junio del 2008
México, D.F
*Puedes leer el texto completo de EYA en http://chobojos.zoomblog.com
** EYA es nombre, no pronombre. La Y tiene una razón de ser.

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