
A medio camino entre la vida y la muerte, es más fácil continuar con la autodestrucción. ¿Por qué o para qué emprender el camino de retorno hacia la salud y la paz interior? ¿No es acaso una necedad delirante el hecho de querer arrojar los demonios después de haberlos conjurado tantas veces y tan vehementemente?
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