4 de Abril, 2012Certeza, posibilidad, riesgo...
Por Martin Bonfil Olivera - 4 de Abril, 2012, 11:53, Categoría: Ojo de mosca
Y sin embargo, en ciencia la certeza es algo muy poco común. Se habla más bien de probabilidades, posibilidades, riesgos. Existen, claro, las llamadas "leyes de la física", que comúnmente se conciben como reglas infalibles que gobiernan el comportamiento del Universo. A diferencia de las leyes humanas, las leyes de la física son imposibles de violar. La ley de la gravedad, por ejemplo, o la segunda ley de la termodinámica (que afirma que el desorden de un sistema aumenta siempre), se cumplen de manera inevitable, en todos lados y bajo cualquier circunstancia. ¿O no? Estrictamente, lo anterior no es completamente exacto. Muchas "leyes" naturales han cambiado a lo largo de la historia: conforme avanzó nuestro conocimiento, las teorías que las sustentaban comenzaron a mostrar defectos, y fueron sustituidas por otras que describían aun más satisfactoriamente el Universo. No hay pues razón para suponer que las actuales "leyes" no serán, tarde o temprano, sustituidas a su vez por otras mejores. Pero además, incluso las leyes de la física tienen límites. Hasta ahora no conocemos a alguien que pueda volar, violando la ley de la gravedad, pero la segunda ley de la termodinámica en realidad no prohibe que el desorden de un sistema físico disminuya en un momento dado. Afirma que esto es extremadamente poco probable, pero no imposible. Por eso, muchos lo llaman "principio", no ley. En otras disciplinas, los niveles de certeza son todavía menos generales. No existen "leyes" tan tajantes en química, aunque sí ciertos principios que se cumplen de manera usual, y casi inevitable... manos cuando hay excepciones. Y en biología, aparte de las de Mendel—que son sólo principios generales que describen estadísticamente lo que ocurre en la mayoría de los casos—, no puede hablarse de "leyes". Los sistemas biológicos, como el cuerpo humano, son tan complejos que no podemos descubrir leyes que los gobiernen: sólo hallar principios que se cumplen con cierta probabilidad. Podemos hablar de las posibilidades de que un medicamento cure una enfermedad, en un cierto porcentaje—nunca en la totalidad—de los pacientes. O del riesgo de que un agente infeccioso afecte a una parte de la población. Es imposible predecir el futuro con certeza absoluta. Pero el método científico, riguroso y controlado, nos permite saber perfectamente cuál es el riesgo, la probabilidad, de que algo ocurra. Puede parecer poco, pero es esa habilidad lo que le otorga a la ciencia su poder y confiabilidad.
*¿Cómo ves? Revista de divulgación de la ciencia de *Martín Bonfil Olivera mbonfil@unam.mx es colaborador permanente de ¿Cómo ves? Revista de Divulgación de Gimnasia
Por Sylvia Pleskova - 4 de Abril, 2012, 11:42, Categoría: Arte Escondido
Gimnasia. Sylvia Pleskova. Cuando los científicos recapacitan
Por Martin Bonfil Olivera - 4 de Abril, 2012, 11:34, Categoría: Ojo de mosca
La estrategia más común para lograrlo es señalar que la ciencia no siempre tiene la razón; que a lo largo de la historia, con frecuencia se ha equivocado. Y es cierto. La historia de la ciencia puede resumirse como el compendio de errores que los científicos han cometido en su búsqueda de conocimiento sobre la naturaleza. Lo que en un momento se consideró conocimiento correcto resultó luego ser una visión errónea, simplista o parcial, que fue sustituida por otra más correcta, más amplia... hasta que ésta a su vez resulte ser inexacta y obsoleta. Un caso son las ideas aristotélicas sobre el movimiento, donde cada cosa tenía un sitio "natural" al que tendía a moverse: las piedras hacia abajo; el fuego hacia arriba. Fueron sustituidas por las leyes del movimiento de Newton... a su vez desplazadas por la visión einsteiniana, con la que son incompatibles (Newton postula un espacio y un tiempo absolutos; para Einstein son maleables). En las ciencias médicas, estos cambios de opinión son cosa de todos los días. El escritor científico Ben Goldacre describe cómo un resultado médico—la terapia de reemplazo de hormonas puede disminuir el riesgo de enfermedades cardiacas en mujeres—, que parecía claro luego de un ensayo clínico pequeño y un estudio observacional más amplio, resultó ser falso cuando se hizo otro estudio, mucho más amplio y riguroso (de hecho, se halló que el reemplazo hormonal aumentaba el riesgo cardíaco). "Esto nos muestra que no se puede confiar en la ciencia", se apresurar a decir los detractores. "Lo que hoy los científicos presentan como cierto y comprobado, mañana lo desmienten". Pero como dice Goldacre, ese conocimiento "era lo mejor que teníamos en ese momento". En realidad, no hay tal cosa como la "verdad" científica. Los científicos, como comunidad, comparten sus hallazgos y teorías, las discuten y deciden si les parecen justificadas... temporalmente. Pero están dispuestos a cambiar de opinión en cuanto haya razones convincentes para hacerlo. Afirmar que la disposición de la comunidad científica a recapacitar continuamente es una debilidad es mostrar que no se entiende cómo funciona la ciencia. Hacer ciencia consiste en proponer teorías para explicar lo que vemos para luego someterlas a prueba y, si no la superan, desecharlas y buscar otras mejores. Es en este proceso de prueba y error donde radica su fortaleza: su capacidad para corregir, mejorar, evolucionar. Si los científicos no recapacitaran, la ciencia se detendría.
*¿Cómo ves? Revista de divulgación de la ciencia de *Martín Bonfil Olivera mbonfil@unam.mx es colaborador permanente de ¿Cómo ves? Revista de Divulgación de Split
Por Sylvia Pleskova - 4 de Abril, 2012, 11:29, Categoría: Arte Escondido
Split. Sylvia Pleskova.
Permalink
~ Comentar
| Referencias (0)
Etiquetas: sylvia pleskova, split, mundo cultural chobojos, arte escondido, Chobojos, elcirculoazul Cuando los científicos se equivocan
Por Martin Bonfil Olivera - 4 de Abril, 2012, 11:19, Categoría: Ojo de mosca
Pero hasta el científico más respetable puede decir grandes tonterías. Y decirlas en serio. El famoso físico William Thomson, Lord Kelvin, por ejemplo, profetizó en 1902—sólo un año antes del primer vuelo motorizado de los hermanos Wright—que "ningún globo ni aeroplano llegaría jamás a tener éxito". Habló prematuramente. Pero a veces los yerros de los científicos no se deben sólo a falta de información o imaginación. Algunos, habiendo logrado descubrimientos importantes, y habiendo recibido honores por ello, llegan a convencerse, por alguna razón, de ideas evidentemente absurdas. Un caso es el virólogo francés Luc Montagnier, famoso por haber aislado en 1983 el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), trabajo por el que recibió el premio Nobel en 2008. En 2009 este brillante científico publicó un artículo donde afirma que el ADN de las bacterias y los virus que causan enfermedades en los humanos emiten radiación electromagnética (hecho para el cual no hay evidencia fiable, ni mecanismo razonable que pudiera explicarlo). Y aún más, sostiene enfáticamente que si se diluye una solución que contenga este ADN, la radiación permanece aunque la concentración de ADN sea indetectable (tesis sospechosamente similar a la que afirman los homeópatas, que pretenden falsamente que una solución aumenta su "potencia" conforme esté más diluida). La comunidad científica se halla entre avergonzada e incrédula; es triste que un científico brillante se obsesione con ideas absurdas. Pero hay casos peores. El brillante biólogo molecular Peter Duesberg, que describió los primeros oncogenes (genes de virus que causan cáncer), se convenció, durante los primeros años de la epidemia de sida, de que este síndrome no era causado por el VIH. Se concentró, sin éxito, en reunir evidencia de que el sida era en realidad causado por el consumo de drogas o la desnutrición (y por lo tanto no sería contagioso). Una idea tan evidentemente errónea como peligrosa, pero que ha convertido en su obsesión. Por ello, Duesberg ha sido desacreditado por la comunidad científica. ¿Cómo puede gente tan ilustre caer en errores tan burdos, y persistir en ellos? Al menos, estos casos nos recuerdan dos hechos importantes. Uno, que la psicología humana es muy compleja. Y otro, que en ciencia las afirmaciones valen no por la autoridad de quien las dice, sino por la evidencia que las respalda.
*¿Cómo ves? Revista de divulgación de la ciencia de *Martín Bonfil Olivera mbonfil@unam.mx es colaborador permanente de ¿Cómo ves? Revista de Divulgación de |
Calendario
ApúntateCategorías
Archivos
SindicaciónSitios amigos |