Amanece... ¡Máximo milagro cotidiano que pocas veces se valora! Amanece y el cabello crece; también se caen los dientes. Todo cambia, todo se transforma ante nuestros ojos a cada instante.
A medio camino entre la vida y la muerte, es más fácil continuar con la autodestrucción. ¿Por qué o para qué emprender el camino de retorno hacia la salud y la paz interior? ¿No es acaso una necedad delirante el hecho de querer arrojar los demonios después de haberlos conjurado tantas veces y tan vehementemente?
Quiso el desempleo llevarlo a compilar en un libro las frases de amor que escuchara en largas e irrepetibles caminatas de un extremo a otro de la ciudad. Seguía a las parejas por los parques, cines y restaurantes, se hospedaba en hoteles de paso y, al atardecer, deambulaba por los corredores tomando nota de cuanto escuchara a través de paredes y puertas.
Al cabo de un año, tuvo material suficiente para editar el primer tomo; en dos, con el material restante y las expresiones dictadas por el amor filial, editó el segundo. Pronto se dio cuenta de que no podría ir más lejos. Decidió entonces ocuparse de las frases de odio y rencor mediante el mismo procedimiento. Está por concluir el tercero de cinco tomos.
* Cuento corto con el que comienza el libro Mientras suenan Los Cadillacs, escrito por este individuo posmoderno y chelero egresado de la SOGEM. Es su segunda colaboración con este blog y probablemente no serà la última. ¡Salud, Bretón (sea cual fuere la cantina en donde ahorita estés libando)!
Un hombre se detuvo frente a una gran tienda de instrumentos musicales. Entró guiado por una ansiedad inexplicable y, uno a uno, fijó en ellos sus sentidos: el saxofón... efluvios de placer entre dos cuerpos; el violín... la suavidad de un aroma a maderos ardiendo en una chimenea; el piano... mohosa humedad de una tarde de lluvia otoñal; la guitarra eléctrica... el resplandor de un relámpago que acentúa la oscuridad de la noche; los timbales... lejana presencia de árboles frutales en una huerta veracruzana.
- Señor, disculpe, ¿puedo ayudarle? –la mueca en un empleado de la tienda postergó el ensueño--. Perdone usted, ¿le puedo servir en algo? –insistió al no obtener respuesta.
El hombre miró al empleado con extrañeza y salió de la tienda. Camino a su casa, maldijo su sino. Nunca había conocido el goce de la música, su sordomudez era absoluta.
Puede ver muchas cosas. Hoy concentra la vista en el camino de arena, bajo nubes coloridamente grabadas. Un hombre lee en los pies de un sol enloquecido, sobre las rocas que la mar violenta a lengüetazos. Ella mira con ojos espumosos a la mujer que se esconde entre líneas, a la sombra de un quitasol, y avanza la tarde.
Se divierte con el errático vuelo de las gaviotas que intentan robarle una porción viviente a sus entrañas. Juega a borrar las letras que los humanos han escrito en la playa y allá, a lo lejos, la pareja con libros discute sobre el sol, sobre autores de páginas, sobre ellos mismos. La mar apenas los escucha. Dirige su atención hacia los vientos y la manera en que estos le acarician la superficie enchinada. Incluso lamer las rocas de azul es más valioso que contemplar el insignificante desgarre de una pareja que nunca debió haber estallado de afecto.
Avanzan las olas. Retrocede el cariño. Avanzan los vientos. Avanza la tarde y el amor retrocede. Sólo lo que marcha adelante es de importancia a la mar.
¿Cuàntas veces, de noche o de dìa, lleno de tristeza o alegrìa, al mirarme al espejo apareciò tu reflejo?
A travès de soles y lunas, vislumbrè tu cuerpo entre las brumas; y cuando en mi lecho se instalò tu hermosura, al cachorro de leòn se le borrò la bravura.
Recuerdo tu risa traviesa, recuerdo tu voz de profeta: "Abierta y sin llave està la puerta, pero a nadie espero despierta"
Ahora entiendo bien aquello que me dijera un sabio caballero: "No existe màs peligroso guerrero que una hembra en celo".
Y aùn vencido, aùn derrotado; he sido muy afortunadfo. he tenido entre mis brazos a un oscuro ser iluminado.
Cuando entre a la preparatoria comencé a jugar ajedrez, el juego mental por excelencia. Lo hacía en una de las tantas mesitas de ajedrez, que se encontraban esparcidas enfrente del campo de fútbol de tierra de la Prepa 6,en la cual estudiaba. Anteriormente esas canchas daban un ambiente más cálido a los ajedrecistas al haber sido de pasto, pero conservaban aún mejor vista que una década después de que salí, cuando se convirtieron en canchas de fútbol rápido. Con un edificio tipo cárcel enfrente de ellas.
Al principio la mayoría de mis compañeros me ganaban con relativa facilidad, por no decir que algunos de ellos me daban unas palizas impresionantes. Algunos de ellos me empezaron a dar consejos, a informarme sobre donde se realizaban torneos de ajedrez, a recomendarme libros. Los escuché atentamente. Comencé a estudiar: aperturas, ideas estratégicas, ideas tácticas , trampas llamadas gambitos, sacrificios de dama; llegué a tomar clases conGrandes Maestros mexicanos, de los cuales hay pocos.Jugué torneos en zonas escabrosas de la ciudad.Llegué a jugar contra campeones rusos, cubanos, brasileños.
Me volaba clases de Dibujo Técnico e Historia. Me quedaba hasta las 5 ó 6 de la tarde jugando ajedrez.Tuve suerte de irme temprano un día que llegó un camión con alumnos de la Prepa 5 que llegaron a romperle la madre a todos los chicos de la Prepa 6 que pudieron. Nacosvs Fresas.
Curiosamente yo jugaba tanto con Juniorscomo con pránganas . Una vez uno de los últimos me dió un cabezaso sin ninguna buena razón. Le decían el Blue Demon.A pesar de su baja estatura, su aspecto tepiteño imponía respeto y decidí no a hacer nada al respecto, a diferencia de otras ocasiones. Así también un alumno de latarde, un muchacho más grande de edad me puso una botella rota en mi cuello.Le pareció gracioso.Lo bueno es que si al comenzar la preparatoria llegué midiendo 1.59, por mis locas dietas vegetarianas recomendadas por Rius,terminé con una estatura de 1.81.
A final del año en el torneo escolar, organizado por más de10-20ajedrecistas, quedé en Segundo Lugar, y en los años siguientes en Primero. Años después regresé a visitar la prepa. No como Manolo Negrete,seleccionado del mundial 86, que a los 40 años iba a recoger a sus novias de 17, si no a recordar viejos tiempos. Una multitud de jóvenes ajedrecistas me ovacionaron. Me consideraban una leyenda viviente. Llevaba mi reloj de ajedrez y durante varias horas gané partidas sin perder ninguna.
Durante varios años dí clases en una Secundaria-Prepa llamada Logos, por donde han cursado alguno de loshijos de López Obrador, nuestro legítimo Presidente y Héctor Bonilla.Al fin de mis cursos la mayoríade mis alumnos le ganaron a sus papás y la mayoría de mis alumnas a sus novios.
Quizás me debíhaber dedicado al ajedrez como recomendó un Gran Maestro mexicano. Si le hubiera hecho caso quizás estaría, como amigos que conozco, viviendo de este deporte jugando torneos en España. Aunque quizás estaría jugando en Harvard Square en Boston, o Times Square,Nueva York, sobreviviendo de partidas de apuestas y de limosnas, como un campeón boliviano que conocí en uno de mis tantos viajes.
Y aunque he conocido pocas mujeres mediante este juego, me ha dado muchas satisfacciones. Estimados lectores, si optan dar jaque mate a experimentar orgasmos, les recomiendoque practiquen este juego.
Cuando ya no importe la distancia, porque a fuerza de estar lejos se olvide; cuando ya no importe el tiempo, porque a fuerza de gastarlo se acabe; cuando lo que ya no importe deje de importar; es entonces cuando encontramos la verdad última de nuestro existir; sólo que es preciso no perdernos en el camino. El origen de todo evento extraordinario debió ser extraordinario.